Hablar de superhéroes siempre es emocionante y más, cuando nunca se pierde la capacidad de asombro y te emocionan todas las cosas. Recuerdo muy bien las caricaturas de los vengadores que no eran más que viñetas tomadas de los cómics originales de Jack Kyrby, animadas. Recuerdo que hasta las onomatopeyas eran tomadas de los cómics.
Y qué decir de Señorita Cometa, con su chivigón... todavía recuerdo el capítulo que me aterrorizó de niño, no sé si ustedes lo recuerden: la bruja que comía niños... y había una niña que jugaba con una pelota cantando una canción.
¡No manches! Me acuerdo y me dan ñañaras, al final se convertía en un águila de caricatura... ¡ni hablar! me impactó de niño.
Ultraman y Ultraseven todavía los recuerdo, ¡je! Una tarde regresaba de la primaria, mi papá veía la t.v. y de pronto escuché: “No se pierdan hoy a las 6 de la tarde a Supermán, y terminando no se pierdan a Batman y Robin”... ¡mi corazón palpitó, mi respiración se aceleró! ¡No lo podía creer! Hiba a ver a Superman y a Batman en la televisión... de carne y hueso, a mis compañeros de dolor...
Bueno, ¿quién no leía las revistas y los cómics que había con el dentista? Pues aunque no lo crean, ahí conocí a Batman y a Linterna Verde (por eso eran mis compañeros de dolor).
Sólo había un problema...
...hacer la tarea.
EL CASTIGO.
EL CASTIGO.
No cabe duda que cuando se es niño y empieza a crecer, se cometen los errores más absurdos y mensos con tal de ser rebeldes, tal como lo hacía yo, pues esa tarde magica, y después de hacer mi tarea, mi mamá me pidió que le ayudara a hacer el aseo de la casa a lo cual me negué, ella me dijo que si no la ayudaba no vería Superman ---no me importa--- le respondí... y después me arrepentí. Llegaron las 6 de la tarde y mi mamá cumplió su promesa: no me dejó ver la televisión y me mandó a mi cuarto. Créanme, como dijera el Lonje Moco: ¡Fue horrible! ¡Fue horrible! Sólo escuchaba las voces de mis hermanos emocionados gritando, también escuchaba las voces de los actores del programa... ¡Era la muerte para mí! ¡Ah, no! Pero soy rebelde y no hago quehacer... ¡Je! Ni modo, el precio de crecer.
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